Una decena
de años atrás, Nicolás Lovaisa, el Nico, con un buzo de educación física y una
camiseta de algún equipo europeo, con cara lampiña y ojos atentos, llegó a la
redacción de LT 10 Radio Universidad. Más que por los resultados de los
partidos tenía avidez por fijarse en los porqués y las consecuencias de los
mismos. Además, algo impropio en los de su generación, más impropio aún en el
periodismo deportivo, solía llevar algún libro debajo del brazo.
Osvaldo
Ardizzone no le auguraba buen destino a los que -como el Nico- andaban por las
redacciones con libros bajo el brazo. El Viejo decía que los jefes de
redacción, por lo general, no leen libros y que, como consecuencia de ello,
detestan a los que leen. No era difícil pensar en el destino que irían a sufrir
los aspirantes que llevaban libros bajo el brazo. “Vaya y traiga una nota para
hacer mierda a un tipo”, gritaban los jefes de redacción. Enseguida, en tono
componedor, susurraban al oído del aspirante-lector: “no se distraiga”.
Muchos
futuros periodistas seguían el camino de esos jefes de redacción con la
consigna de permanecer, de durar, de ganarse un nombre aunque sea metiendo un
gol con la mano, una primicia indigna. Otros, los menos, los que son como
Nicolás Lovaisa, eligen el recorrido más largo y empinado, el de la formación
para abrazar la razón, el de la pasión para tutearse con los sentimientos y el
de la socialización del conocimiento como punto de llegada a un horizonte que
-irremediablemente- se mueve hacia adelante para obligar a una nueva búsqueda.
En este
sentido, hay dos que desvelan a Nicolás Lovaisa y están puestas de manifiesto
en este libro: la del juego en su condición literal y la quimera de la
justicia. Curiosamente, dos banderas que buena parte del periodismo deportivo
ha decidido arriar.
A partir de
estas premisas, y de una tan exhaustiva como necesaria investigación
periodística, con valentía y rigurosidad, Lovaisa conforma una obra
imprescindible para los que entienden que el fútbol, como hecho social y
cultural, como metáfora de la vida de los pueblos, es un destino que hay que
arrebatarle a los poderosos.
Otro elemento
a considerar es la “geografía” donde parió “Tiempo Recuperado”. Este libro se
escribe en las calles de una ciudad que casi siempre ha hecho la vista gorda a los que, por acción u
omisión, han sido sus verdugos. Los medios más tradicionales han sabido cómo
ser parte de ese engranaje de ocultamiento y suelen no dar lugar a los que,
como Lovaisa, gustan de escarbar debajo de una alfombra donde existe mugre bien
conocida.
Por eso, hasta
la aparición de “Tiempo Recuperado” nadie se había comprometido de cuerpo y
palabra para ahondar en el andar de los miserables de la dictadura pero aquí, a
la vuelta de la esquina, al lado de nuestras casas. Nunca nadie.
Nicolás Lovaisa,
el Nico, el pibe que entró una vez a una redacción con la inocencia de los que
son capaces de llevar libros debajo del brazo para irritar a los jefes que no
leen poesía, descubre aquí al escritor que se abre paso ante el periodista. Va
de suyo que van a convivir los dos y que habrá más trabajos necesarios como
“Tiempo Recuperado”.
Claudio
Cherep (periodista, autor de los libros "La Pulpo", "Hambre de Gol" y "Gajos del Oficio").
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