lunes, 18 de marzo de 2013

Martínez y Zuviría, del descenso a la gloria

Formación de Unión de 1970. Abajo, juntos, Martínez, Zuviría y Scotta.


Resulta difícil entender la evolución de un jugador al margen de la evolución de un equipo. Cada jugador interactúa constantemente con sus compañeros y así se construyen diferentes contextos. Las historias de Martínez y Zuviría exhiben la necesidad de entender al fútbol como una disciplina global donde no se debe separar partes individuales, ya que el funcionamiento colectivo las sistematizará. Así, iguales jugadores en diferentes contextos tendrán actuaciones enmarcadas a las relaciones colectivas de su equipo.

Matías Manna (periodista, técnico de fútbol y docente, creador del blog “Paradigma Guardiola).   


El fútbol es un deporte en el que, muchas veces, la lógica queda a un lado. ¿Cómo se explica si no que los tres delanteros de un equipo que se va al descenso, apenas un par de años después triunfen en clubes como Sevilla, Barcelona y el Real Madrid? Eso le sucedió a Unión en 1970. En ese campeonato descendió a la Primera “B” (hoy “B” Nacional) con un tridente ofensivo que luego brilló en Europa: Héctor Scotta, Roberto Martínez y Rafael Zuviría. La historia del Gringo Scotta es, sin dudas, la más conocida: del 15 de Abril pasó a San Lorenzo, donde ganó tres campeonatos y en 1975 marcó un récord que aún no pudo ser superado, al convertir 60 goles en una temporada. Su impresionante efectividad lo llevó al Sevilla, donde en 101 partidos festejó 53 tantos, y a la Selección Nacional, donde también se destacó con 4 goles en 6 encuentros. El camino que siguieron Larguirucho Martínez y el Torito Zuviría, en cambio, es ignorado por muchos hinchas. Y es mucho más sorprendente que el que recorrió Scotta.

Al Bernabéu
Roberto Juan Martínez nació el 21 de septiembre de 1946, en Buenos Aires. Se inició en Deportivo Español, tuvo un fugaz paso por la liga de Chivilcoy y luego vistió la camiseta de Nueva Chicago en Primera “B”, entre 1966 y 1967. En el Torito jugó 42 partidos y convirtió 17 goles, lo que despertó el interés de Cerro de Montevideo. Chicago tasó su pase muy caro, por lo que la operación se cayó. Martínez se enojó, dejó de practicar y fue suspendido por dos años por el club de Mataderos, pero gracias a la intervención de Futbolistas Argentinos Agremiados pudo quedarse con el pase en su poder. Luego de ese conflicto, recaló en Huracán Las Heras, que disputaba la Liga Mendocina. Ahí, en esas canchas, nació su apodo: alto y flaco, comenzaron a llamarlo Larguirucho, personaje del dibujo animado Hijitus, de gran popularidad en la televisión argentina en aquellos años. Jugó para esa institución hasta que en 1970 lo fue a buscar el Unión que dirigía Humberto Maschio.

Con la Rojiblanca no le fue nada bien. En 20 fechas, Unión cosechó apenas 16 puntos, producto de seis victorias, cuatro empates y diez derrotas, terminó 18º entre 21 equipos y se vio obligado a jugar el Reclasificatorio, donde perdió la categoría. “La verdad es que fui un verdadero desastre. Si hubiera hecho la mitad de los goles que erré, seguramente nos salvábamos”, admitió Martínez, con una sinceridad poco habitual para los futbolistas, en una entrevista con el Nuevo Diario. 

Una jugada marcó a fuego la mirada del pueblo tatengue sobre Martínez: en aquel clásico de 1970, que Colón ganó con gol de Motura, el tanto del Lobo llegó segundos después de que Larguirucho errara un gol imposible, en la línea y sin arquero.

Emigró a Banfield, donde jugó muy poco, pero su efectividad aumentó: 7 goles en 9 partidos. Tuvo un fugaz paso por Millonarios de Colombia y de ahí saltó a Europa, para jugar en el Espanyol (76 partidos, 25 goles). Una página que refleja la historia de esa institución lo recuerda de esta manera: “Era alto, flaco y espigado. Enamoró en los años que estuvo en Sarriá. A pesar de no ser muy hábil con el balón, fue uno de los jugadores más apreciados”. Se nacionalizó español y defendió los colores de la Furia Roja en cinco oportunidades, en las que convirtió dos tantos.

Sus buenos rendimientos hicieron que lo contratara el Real Madrid, donde vivió su etapa más gloriosa. Fue titular indiscutido en el equipo que ganó la Liga en 1975 y 1976. Luego perdió su lugar en el once inicial, pero se mantuvo en el plantel que se consagró también en 1978, 1979 y 1980. Además, obtuvo dos Copas de España. En total, con la casaca merengue disputó 141 partidos y marcó 62 goles. Allí compartió plantel con figuras míticas de la Casa Blanca como José Antonio Camacho, Pirri, Gregorio Benito, Vicente del Bosque, Juanito, Amancio y Santillana. 

Regresó al Espanyol para la temporada 1980/81, pero una serie de lesiones le impidieron rendir como lo había hecho antes. En esa última etapa como profesional disputó 36 encuentros y convirtió 12 goles.

Martínez junto a Juanito (sobre la pelota), mítico puntero del Real Madrid, y el danés Henning Jensen.

Al Camp Nou
Rafael Dalmacio Zuviría nació el 10 de enero de 1951 en Santa Fe. Durante su infancia jugó en los potreros de barrio Barranquitas y también en las cavas de barrio Los Hornos. Se formó en las inferiores de Unión y debutó en 1969, jugando como puntero por cualquiera de las dos bandas. Con la Rojiblanca jugó 30 partidos y marcó 2 goles.

Luego del descenso de 1970 se fue a Argentinos y de allí al fútbol español, para defender la camiseta del Racing de Santander, donde brilló entre 1973 y 1977, con 22 goles en 95 partidos, aunque no siempre jugando como delantero.

Lo compró el Barcelona, donde vivió los mejores momentos de su carrera, al jugar junto a ídolos de esa institución como Carles Rexach, Bernd Schuster, Johan Neeskens y ni más ni menos que Johan Cruyff, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, conductor de la genial Holanda de 1974 e iniciador, como técnico, de un proceso que hoy tiene como conductor a Joseph Guardiola. En el club catalán (97 partidos, 11 goles) se desempeñó en varios puestos: llegó como extremo izquierdo, pero también actuó como volante por las bandas, volante central y lateral derecho.

Con el equipo Culé ganó la Copa del Rey en 1978 y 1982 y la Recopa de Europa en 1979 (marcó un gol clave ante el Anderlecht de Bélgica) y 1982. Cuando Diego Armando Maradona llegó a Barcelona, el técnico del equipo, Udo Lattek, le dijo a Zuviría que no tendría lugar como titular, ya que en el mediocampo utilizaría “a Maradona, Bernd Schuster, Víctor Muñoz y Periko Alonso”, este último padre de Xabi Alonso, actual volante central del Real Madrid y la Selección de España. El Torito prefirió emigrar al Mallorca, donde jugó entre 1983 y 1984 (23 partidos, un gol) y luego, ya en el último tramo de su carrera, volvió al país para actuar en el ascenso, en Defensores de Belgrano, entre 1985 y 1986.

En 2007 fue homenajeado por el Barsa, junto al resto del plantel, al cumplirse 25 años de la obtención de la Recopa. Después de colgar los botines vivió en Santa Fe, Santo Tomé y en Carlos Paz, Córdoba, hasta que en 1998 decidió regresar a España. Actualmente está radicado en Comarruga, un pueblo ubicado en las afueras de Barcelona, donde es propietario de una distribuidora de vinos. “Hay gente que todavía me reconoce y mentiría si no dijera que algunos me compran el vino por ser Zuviría. Que se acuerden de uno después de tanto tiempo quiere decir que hice algo lindo en el club”, reconoció el Torito en una entrevista con el diario Sport.

Sale a la cancha el Barcelona. Detrás de Cruyff, aparece Zuviría.

(Publicado en Diario Uno)

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