lunes, 18 de marzo de 2013

La leyenda, en Colón

Joya del archivo: Carlovich, en uno de sus únicos dos partidos con la Rojinegra (gentileza Julio Rodríguez).


Cuando era chico, la pelota ocupaba gran parte de mis pensamientos. También el ring-raje, las bolitas y colarnos en todas partes. Los sábados nos encantaba descubrir las grietas del Gabino Sosa. Por el valor de la picardía, no por el partido. Un día, el alboroto de unos viejos en el alambrado me llamó la atención. “¡Genio, maestro, mago!”, le gritaban a un tal Trinche. Yo busqué ver de quién se trataba. Esperé encontrar una capa, galera, distinción. Pero no. Entraba un melenudo desgarbado con cara de potrero. Me sorprendí, hasta desconfié de los viejos. Pero sólo hasta que empezó el partido. Era cierto, había magia. La redonda dominada en los pies del Trinche es un tatuaje de mi infancia.

Aldo Ruffinengo (docente, periodista, escritor, autor de “El mundo cada 30 minutos).


Octubre de 1993. Diego Armando Maradona llega a Rosario para sumarse al plantel de Newell’s. Un enjambre de periodistas lo ametralla a preguntas. Uno de ellos quiere saber qué siente al ser considerado el mejor jugador del mundo. El Diez lo mira y descoloca a todos con su respuesta: “Yo creía que era el mejor, pero acá dicen que hubo un tal Carlovich, que jugaba  mejor que yo”. 

Los relatos que se construyeron en torno a la figura de aquel flaco de pelo largo, que trotaba la cancha con desgano y parecía tener la pelota atada a la suela de su botín derecho, lo convirtieron en uno de los grandes mitos del fútbol argentino, pese a que casi no jugó en Primera División: apenas cuatro partidos, dos en Rosario Central y dos en Colón. Tuvo un fugaz paso por Flandria, en Primera “C”, pero su verdadero talento lo demostró con las casacas de Central Córdoba, en la “C” y en la “B”, y de Independiente Rivadavia de Mendoza, en la liga provincial.

El enigma Carlovich
En los primeros años de la década del ’30, Mario Carlovich, un inmigrante yugoslavo, se radicó en Rosario. Tuvo siete hijos: el último de ellos nació el 20 de abril de 1949 y lo llamó Tomás Felipe. Desde muy chico, comenzó a prenderse en los picados del barrio Belgrano, escenario de sus primeros malabares con la pelota. “Lo primero que me regalaron fue una pulpo, esa pelota de goma. Después hacíamos pelota de trapo, de medias. Jugábamos con cualquier cosa, descalzos, porque por ahí no había para zapatillas”, contó una vez en una entrevista con el programa “Frases Hechas”, de TyC Sports. Cuando ya era un adolescente, un dirigente de Rosario Central lo vio y lo convenció para que se sumara a las divisiones inferiores del Canalla.

Jugó muchos partidos en Reserva, pero apenas dos en Primera. Su manera de ser chocaba con la del técnico, Miguel Ignomiriello, quien no le perdonaba su falta de apego a los entrenamientos. Central lo dejó libre en 1969 y recaló en Flandria, en la Primera “C”, donde jugó seis meses. “Ahí fui porque estaba jugando un cuñado mío. Yo fui a visitarlo, de vacaciones, me invitaron a quedarme, y me quedé a jugar”, recordó.

Había decidido dejar el fútbol, pero un llamado de Central Córdoba, que también militaba en la “C”, lo hizo cambiar de opinión. “Che, avisen a los muchachos que esta noche juega el Trinche”, se corría la bola en la ciudad, según cuentan los futboleros que ya peinan canas. Ahí mostró lo mejor de su carrera: el caño de ida y vuelta, dicen, era su especialidad. Se lo pedían desde las tribunas y él cumplía. A veces, se sentaba sobre la pelota, en medio del partido: “Es cierto. Pero no era una provocación. Por ahí los rivales no presionaban y yo estaba un poco cansado”, admitió entre risas.

Lo disfrutaban los hinchas del Charrúa, pero se fue convirtiendo en un ícono del ascenso. Todos lo querían ver. Según publicó la revista Mística, una vez, en un partido ante Los Andes, en Lomas de Zamora, Carlovich se olvidó sus documentos y la terna arbitral no quería dejarlo jugar. José Tarilo, dirigente del Milrayitas, les dijo que él salía como garante, que ese tipo de pelo largo, barba y bigotes era el Trinche. Pero el árbitro no cedía, y Tarilo le rogó: “Déjelo juez, por favor, esta es una de las pocas oportunidades que tenemos de verlo jugar en Buenos Aires”. 

Su efímera fama para los grandes medios le llegó el 17 de abril de 1974. La Selección Nacional jugaba un amistoso con vistas al Mundial de Alemania, ante un combinado de jugadores rosarinos. Salieron a la cancha cinco jugadores de Central (Biasutto, González, Killer, Aimar y Kempes), cinco de Newell’s (Pavoni, Capurro, Zanabria, Robles y Obberti) y uno de Central Córdoba: Tomás Felipe Carlovich.

La pelota tuvo un solo dueño: el Trinche, que con las medias bajas y sin canilleras, deslumbró a todos. “Ese día ganamos 3 a 1. Algunos muchachos de la Selección se pusieron nerviosos, pero es lógico, porque nos salían todas”. Ese día quedó inmortalizado el caño de ida y vuelta: “Tiré un caño y cuando el defensor se dio vuelta le tiré otro. Lo hacía seguido, aunque ese día la cancha se venía abajo. Fue la única vez en mi vida que vi a los hinchas de Newell’s y de Central abrazándose”.

Según cuenta la leyenda, años más tarde César Luis Menotti decidió convocarlo. El Trinche lo desmiente, pero un ayudante del entrenador le declaró una vez a Mística: “El Flaco estaba deslumbrado con Carlovich, pero sabía de su bohemia. Entonces lo llamó para integrar la preselección del interior, para llevarlo de a poco a la mayor. El Trinche se vino para Buenos Aires respondiendo a la convocatoria, pero se colgó pescando en la Costanera ¡y nunca se presentó a jugar!”.

En Santa Fe
Tras su paso por Independiente Rivadavia, en 1976, recaló en Colón. Pero en Santa Fe no tuvo suerte. El técnico sabalero era Juan Eulogio Urriolabeitia, y el Trinche no tuvo una buena relación con él. Ángel Leroyer, quien integró aquel plantel, recuerda: “Quizás hubiera jugado más si llegaba unos años antes, cuando estaba el Gitano Juárez como técnico. Él privilegiaba más la técnica. El Vasco era más duro”.

“Yo nunca había tenido problemas físicos, pero en Santa Fe sí. La primera vez que jugué fue contra Huracán. Fui titular y tuve que salir a los quince minutos. La segunda, con Vélez. Hice pasar de largo a un rival y cuando quise arrancar me rompí el aductor”, aseguró Carlovich. En aquel enfrentamiento con el Fortín, la síntesis de El Litoral confirma que el Trinche fue reemplazado en el primer tiempo por Rico, pero calificó la actuación del rosarino con una frase lapidaria: “dueño de una apatía irritante”.

Los problemas físicos de Carlovich le pusieron fin a su breve paso por Colón. “Como el Vasco Urriolabeitia creía que se trataba de un problema mental, pedí una junta médica. El doctor me hizo bajar los pantalones y cuando me vieron la pierna negra se quedaron mudos. Se dieron cuenta que yo les decía la verdad. A mí me molestó que no me tuvieran confianza y pegué la vuelta al barrio”, precisó.

Volvió a Central Córdoba, pasó por Deportivo Maipú de Mendoza y se retiró en el Charrúa. Después de mucho tiempo de permanecer en el olvido y sufrir varios problemas de salud, la dirigencia de esa institución le hizo un lugar en el club. Trabaja con los jugadores de las inferiores y volvió a las canchas gracias a la admiración que le despierta un jugador que pasó por Santa Fe: Pablo Bezombe, quien ascendió con Unión en 1996 y hoy juega en Central Córdoba, en Primera “B”. “De los de ahora me gustaría jugar con él. Me divierte, tiene calidad. No toca la pelota, la acaricia. Por él volví a la cancha. Hace mucho que no iba y ahora voy todos los sábados”, afirmó.

Se dice de mí...

* “Tenía condiciones técnicas únicas, incomparables con cualquier jugador de la actualidad. Era muy difícil marcarlo, gambeteaba raro, pero siempre se llevaba la pelota”. (Carlos Griguol, en declaraciones a la revista Mística).

* “Tenía una zurda espectacular. Fue uno de los mejores futbolistas que vi en mi vida. Un exquisito total con la pelota en los pies y con una clase pocas veces vista”. (Eduardo Vega, jugó con él en Colón).

* “Técnicamente, un monstruo. Pero era algo pachorriento para entrenar y eso a algunos técnicos no les gusta. Quizás por eso no pudo demostrar todo lo que sabía”. (Edgar Fernández, jugó con él en Colón).

* “Lo descubrí a Carlovich en el amistoso contra el combinado rosarino. Tenía un dominio de la pelota y un panorama increíbles. Fue el mejor cinco que vi en mi vida”. (Ubaldo Fillol, en declaraciones a la revista Mística).

* “Por técnica y habilidad, no dudo en decir que Carlovich fue el mejor volante central que vi en mi vida. Era un jugador maravilloso y tuve la suerte de poder verlo”. (José Pekerman, en declaraciones a la revista Mística).

* “Carlovich era el mejor resumen del potrero. Era zurdo, pateaba tiros libres, tiraba caños dobles, sombreros dobles, la pisaba de acá para allá, no se la podían sacar. Era desfachatado y pachorriento. Jugaba como si estuviera en el patio de su casa. Creo que nunca fue figura porque no le interesaba crecer profesionalmente y detestaba la alta competencia”. (Mario Zanabria, en declaraciones a la revista Mística)

Informe de la televisión española sobre Carlovich.

(Publicado en el Semanario Soy Deportes)

No hay comentarios:

Publicar un comentario