lunes, 18 de marzo de 2013

El fútbol cordobés bajo el poder militar


Esta nota fue publicada el 24 de marzo de 2001 en el diario La Voz del Interior, de Córdoba. La investigación corresponde al periodista Gustavo Aro y, si bien no está vinculada con Santa Fe, es otro claro ejemplo de la forma en la que la dictadura se relacionó con el fútbol. En este caso, fue Luciano Benjamín Menéndez, condenado a seis cadenas perpetuas por crímenes de lesa humanidad, quien hizo pesar el incuestionable poder con el que contaba por aquellos años para beneficiar a Talleres y perjudicar claramente a otros clubes cordobeses.

Nicolás Lovaisa. 


El gobierno de facto tardó cuatro años, seis meses y un día para desembarcar en la Liga Cordobesa de Fútbol con la figura de moda en esos tiempos: la intervención. Hasta ese momento, los interventores federales que la Junta Militar había designado en Córdoba miraban de reojo la acción del ente rector del fútbol cordobés, pero no lo habían tocado.

La Liga fue intervenida el 25 de setiembre de 1980. Ese día, los militares le pusieron fin a la tradición democrática que pregonaban los dirigentes de esa institución desde su creación, en 1913. Amado Roldán, socio de Talleres, fue designado interventor a través del decreto Nº 6384, originado en el ministerio de Gobierno de la Provincia de Córdoba.

El disparador de la intervención fue la resolución 1.309 (publicada en el boletín Nº 682 de la AFA), mediante la cual el Club Atlético Talleres pasaba a jugar en el Metropolitano de la Primera División del Fútbol Argentino.

“La 1.309”, como se la conoce en el ambiente del fútbol, generó una larga porfía entre los dirigentes cordobeses. En la Liga no se oponían a que Talleres fuera a la AFA, sino que pretendían que la plaza fuera de la Liga y que se revalidara todos los años. En la vereda de enfrente, la gente de Talleres insistía en que ese lugar era para ellos. Allí comenzó la confrontación.

A raíz de esa resolución y de las discusiones que generó, el gobierno de facto comenzó a participar en el tema. Córdoba era gobernada por el interventor federal brigadier Adolfo Sigwald.

En las acaloradas reuniones que tenían lugar en la vieja casona de la Liga, en 9 de Julio 660 (en pleno centro de la ciudad de Córdoba), participaban los presidentes de los clubes y el comodoro Horacio González, ministro de Bienestar Social de la provincia.

La participación de Sigwald comenzó a fines del ’79. Cuentan testigos de aquellas reuniones que una noche, cerca de las 12, sonó el teléfono. Del otro lado de la línea, Sigwald convocaba de urgencia al vicepresidente de la Liga (Gabriel Salort), al  secretario (Basilio Guerrero) y al tesorero Molina. En la Casa de Gobierno fueron recibidos por el gobernador de facto y todos sus ministros. En medio de la charla, donde recordaron el paso de Sigwald como jugador de Lavalle (luego fusionado con Palermo, dándole forma a Unión San Vicente), el interventor federal les pidió a los dirigentes de la Liga que le facilitaran a Talleres la participación en el Metropolitano de la AFA. “No es una presión -les dijo el militar-, pero es una obligación para con el interés de la gente”.

La respuesta de los dirigentes no se hizo esperar: “El Consejo ya tiene resuelto no autorizar la partida de Talleres”. La reacción del gobernador tampoco demoró: a las dos horas envió a su hijo para que presenciara el desenlace de la reunión en donde se definiría qué equipo cordobés iba a jugar el Metropolitano.

Cuentan los memoriosos que Sigwald (h) entró a la sala en donde se desarrollaba la reunión, se sentó y siguió todos los detalles de las discusiones. “No habló, no participó, pero su presencia fue un elemento de presión”, dijo un dirigente, protagonista de aquella reunión que terminó a las seis de la mañana con la decisión final de concederle a Talleres la participación en el Metropolitano de 1980.

Había sucedido lo inevitable: los militares habían puesto una pata en la Liga. Faltaba el desenlace, que llegaría algunos meses después, cuando los rumores de una posible intervención comenzaron a inundar los pasillos en 9 de Julio 660.

Motivadas por esos rumores, las autoridades se dirigieron a la Casa de Gobierno y se entrevistaron con Sigwald, quien les transmitió tranquilidad y descartó cualquier intento de intervención. Esto ocurrió el 24 de setiembre de 1980. Los directivos respiraron aliviados y le comunicaron las buenas noticias al presidente de la Liga, Augusto Sachetta. 

Un día después fueron notificados de la intervención. Por primera vez en 67 años, la Liga era intervenida. Los clubes se autoconvocaron para ver qué podían hacer, pero había que andar con cautela: no eran tiempos para discrepar con el gobierno de turno. Comenzaron las reuniones en el club Palermo, cuyo presidente era Rodolfo Cipollini. Sin embargo, algunos dirigentes dejaron de asistir a los encuentros. El atisbo de reacción contra la intervención se fue diluyendo. Paralelamente a la división de la cúpula dirigencial, llegaron los momentos difíciles de la Liga. Los dirigentes no pudieron entrar más por la puerta principal, sino que lo hacían por una casa contigua a la de 9 de Julio 660. No sólo eso: antes de ingresar tenían que mostrar sus documentos a una guardia de civil.

Amado Roldán, el interventor, estuvo hasta 1981. Lo sucedió Roberto Andaluz, quien permaneció en el cargo hasta 1982 y fue reemplazado por Luis Alberto Herrera, proveniente de Universitario y vinculado al fútbol. Fue él quien abrió el camino de la normalización que terminó con la asamblea de marzo de 1983, en la que se proclamó presidente elegido por asamblea democrática al propio Herrera.

El conocido y temible Falcon verde
Después de firmar el acta que autorizaba a Talleres a participar en el Metropolitano 1980, desde la casa de Gobierno convocaron a Basilio Guerrero, secretario de la Liga, para que viajara a Buenos Aires, donde se iban a firmar los papeles en la AFA. Guerrero argumentó que no podía viajar porque tenía que atender su empresa familiar. Pero desde la Casa de las Tejas (ex sede del Gobierno de Córdoba) insistieron en el pedido. De mala gana, la persona designada terminó aceptando. Cuando llegó a su casa para preparar el bolso, lo esperaban funcionarios del gobierno en un Falcon verde.

Una vez arribado a la sede de la AFA, le pidieron el acta del acuerdo que se había firmado el 8 de enero de 1980, por el cual la Liga autorizaba a Talleres. Pero el enviado de la entidad cordobesa y de la Casa de Gobierno no lo había llevado porque aún no estaba confeccionado.

Julio Grondona (quien ya era presidente de la AFA) y el abogado Agricol de Bianchetti le exigían al enviado la presentación del acta. Sin ésta no se podía avanzar. Pero un llamado telefónico de José Antonio Vaquero (jefe del Estado Mayor) a Grondona de parte de Albano Harguindeguy (ministro del Interior) para que aceleraran el trámite precipitó el curso de la historia. De pronto, el papel que minutos antes era imprescindible dejó de serlo con una llamada telefónica.

Nuccetelli: “En cierta forma, el Tercer Cuerpo apoyó a Talleres”
Amadeo Nuccetelli (quien falleció el 28 de enero de 2007) era el presidente de Talleres en los tiempos en que la resolución 1.309 dividió al fútbol de Córdoba en discusiones de formas. Unos dirigentes querían que la plaza para jugar el Metropolitano que otorgaba la AFA fuera para Talleres; otros defendían la postura de que ese lugar se revalidara todos los años. Esas discusiones le abrieron las puertas a la intervención militar en la Liga Cordobesa de Fútbol.

A 25 años del golpe de Estado y 21 años del ingreso de Talleres al fútbol grande, el ex titular albiazul reconoce que el Tercer Cuerpo del Ejército, cuyo jefe máximo era el represor Luciano Benjamín Menéndez, veía con buenos ojos la incorporación de la “T” al fútbol mayor y que, de alguna manera, apoyó aquella determinación.

- ¿Cómo era la relación de los dirigentes de Talleres con los militares en la segunda mitad de la década del ’70?

- Nosotros siempre nos hemos llevado bien con todos. Con los militares, los no militares, los civiles. En mi época, Talleres nunca quiso mezclar el fútbol con la política. Hubo comentarios, pero no fue así. Talleres entró a la AFA por donde tenía que entrar. Todo lo que obtuvo lo ganó por derecha, nada por izquierda.

- ¿Es cierto que en algún momento del gobierno militar se mencionó su nombre como candidato a intendente de la ciudad de Córdoba?

- (risas) Bueno, dejálo así... Dejálo así, porque en esa época no existía un orden político, sino un sistema de gobierno que estaba fuera de lo que era la democracia.

- Precisamente, por eso tenía el poder de decidir quién era el intendente y quién no.

- Bueno, dentro de esas posibilidades éramos hombres conocidos dentro del ambiente. En ese contexto comenzó a circular que fulano, mengano o zutano podía ser intendente o gobernador.

- Independientemente de la participación que tuvo Adolfo Sigwald en la aprobación de la resolución 1.309, ¿el Tercer Cuerpo del Ejército se movió detrás de esa cuestión?

- Yo pienso que sí. Digo que es una historia larga. En cierta forma el Tercer Cuerpo de aquel entonces apoyó a Talleres porque había intereses de la gente de Buenos Aires que no quería abrir las puertas al interior. La participación que tuvo el Tercer Cuerpo fue para contrarrestar lo negativo que venía de Buenos Aires. En base al mérito, tendría que decir que nos apoyaron por lo que habíamos ganado, no que nos regalaron. Vieron con simpatía el movimiento del interior, respecto del pedido de igualdad con los equipos de Capital Federal.

(Publicado el 24 de marzo de 2001 en La Voz del Interior, por Gustavo Aro).

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